A raíz de algunos problemas laborales, me sentí muy desubicada en el mundo, y decidí ir a ver unas «Cuevas de la Fertilidad», que ha descubierto y muestra mi amiga Alicia Gallán. Son unas cuevas con forma uterina que existen en gran proporción en la provincia de Huesca.
 En aquella noche de primavera, en la que dormimos al aire libre, en un mundo muy alejado del nuestro, el neolítico, dónde entonces se supone que existía el matriarcado, me encontré con una persona que me indujo a realizar grandes cambios en mi vida. Tal es así, que decidí venir a vivir al campo, a la montaña, a una casa que compré en ruinas en el 2002, en el Pirineo oscense, y que he ido arreglando como he podido, poco a poco durante 12 años.
  Esta fué la casa de la que me enamoré, a pesar de que me tomaron por loca, loca, loca.

 Pero volvamos al relato: hoy ya no es así. Sino de esta otra manera:

   Así que después de muchas vicisitudes, me hayo ubicada en otro espacio tiempo.
  Del amigo que me animó a subirme a vivir a la montaña, apenas tengo noticias, pero lo que si sé es que gracias a él estoy en este lugar, dónde viven los duendes y con ellos me relaciono de continuo. También él tomó la decisión de rescatar algunas de las sabidurías perdidas del Pirineo como son sus músicas tradiconales y ancestrales, amén de semillas y procemientos.

 La crisis que vivimos y mi espiritualidad dieron sentido a mi existencia, de nuevo, y me di cuenta de que este era el mejor lugar para reflexionar sobre el consumo y aprender a renunciar a muchas cosas, amén de los lujos de la ciudad: la comodidad.
  Este lugar contribuye ahora mismo a transformar mi mundo. Mi amigo me regalo un antiguo telar de tejeduría tradicional que me ha hecho conectar con las sabidurías perdidas, nuestra conexión con la madre Tierra, y observar la naturaleza interdependiente de las cosas. He vuelto a encontrarme con los ideales que tenía a los mis 23 años, y decir que me siento cerca del pleistoceno.

Como el ambiente puede ser bastante hostil, me he metido de lleno en mi creatividad, y estoy transformando mis procedimientos.
Este es mi taller actual:

 Aquí podéis ver el telar de bajo lizo que me regalo Álvaro de la Torre.

   Estas lanas, con las que me estoy tejiendo una prenda de vestir, están teñidas con las cáscaras de nuez, del nogal que tengo en el jardín de casa.
Los marrones son espectaculares, aunque la foto no diga mucho.

 Se tiñen con agua de lluvia que recojo en la bañera, y en el pozo que es la caseta de piedra que se ve en la parte derecha.

Ahora me esperan otras madejas para teñir de otros colores que la misma naturaleza nos proporciona con sus plantas e insectos.

He aquí algunas piezas de principiante que realicé en el curso de aprendizaje, en el Taller del Telar de Triste. También están teñidas a mano, con tintes naturales, y están realizadas por mí, obviamente.

   Y esto es todo por ahora.  El proyecto creativo es a medio y largo plazo, porque el trabajo artesanal es lento y laborioso. Aquí en el mundo rural, dónde desaparecieron estos telares en su día, aún se puede comprender su utilidad, y sobre todo son entrañables!.
La conexión con los ancestros es inmediata.