El final de nuestro viaje, es volver al presente, de alguna manera. Lo que notamos es que estamos más frescos, más abiertos a la realidad. Nuestros corazones están preparados para vivir de nuevo. Lo hacemos con un ritual. Tocamos la campana,  agradecemos al espacio todo lo que nos ha ofrecido y reconocemos nuestra frescura.

«El ritual, cuando es genuino y sincero, nos ayuda a conectar de nuevo con el poder y la visión, y también con la tristeza y el dolor de la condición humana» (Pema Chödrön).